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Ser feliz es limitar tus deseos

Para ser feliz, simplemente hay que aprender a ser, dice la sabiduría budista.

Evitar la trampa de la triangulación de deseos

La mayoría de las veces, deseamos lo que desea la gente. Compramos cosas caras sobre todo para pertenecer a algo. Queremos pertenecer a un grupo, así que buscamos obtener lo que tienen los miembros de ese grupo o buscamos unirnos a ellos. Elimine el deseo y erradicará el 80% de las compras de lujo.

¿Y si dejamos de querer pertenecer a un grupo restringido?

Al querer pertenecer a un grupo determinado, desarrollamos múltiples deseos que pueden convertirse en una carrera sin fin. Ahora bien, ¿qué pasa si uno deja de querer pertenecer a un grupo restringido y en su lugar desea unirse al grupo de toda la humanidad? Pues yo diría que muchos deseos -fútiles- desaparecen. No hay necesidad de comprarse un coche deportivo o un reloj de lujo para unirse al clan humano. Ya no es necesario mostrar signos de respetabilidad superficial para unirse a la tribu de la humanidad. Muy al contrario, para pertenecer a los humanos basta con demostrar con tu carácter que mereces ser llamado como tal. Nuestra humanidad se caracteriza por lo que hacemos, por lo que pensamos, no por lo que tenemos.

Abrazar una identidad cada vez mayor, incluso absoluta

Aquí y allá oímos la necesidad de reducir nuestra identidad, lo cual es una búsqueda ilusoria en mi opinión. El ser humano necesita saber quién es y, en mi opinión, no puede convertirse en polvo hasta que realmente se convierta en polvo. En mi opinión, lo más importante es abrazar una identidad cada vez mayor o, al menos, unirse a un grupo cada vez mayor. Es más sano considerarse humano que nacional. Es mejor pensar que uno pertenece al cosmos que sólo a la tierra. Es mejor sentirse parte de la naturaleza que separado de ella. Es mejor sentirse como tu hijo para comprenderle que desarrollar un ego demasiado grande como padre. Así que se crea una especie de paradoja: nuestra identidad es más grande pero también nos volvemos más humildes e insignificantes (y así reducimos nuestra identidad haciéndola más grande). Es como un empleado de una gran empresa, puede sentir cierto orgullo por el lugar donde trabaja, pero al mismo tiempo su contribución e importancia es mucho menor que la de un empleado de una pequeña empresa. Por lo tanto, se encuentra a cierta distancia de lo que es. Su contribución se diluye en la masa de empleados que componen esta empresa. Sin embargo, su trabajo es importante y su empresa tiene un impacto más significativo que una PYME. A la inversa, el propietario de una PYME puede sentirse importante dentro de su empresa, pero su empresa tiene poca continuación a nivel macroscópico.

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